El libertario se convertía en nuevo presidente de los argentinos y en la sede del oficialismo comenzaba a sobrevolar una sensación de decepción, autocrítica y preocupación de cara a la reconfiguración del peronismo y, en particular, del kirchnerismo. Un futuro incierto que encuentra una luz de esperanza en la figura de Axel Kicillof que de cualquier manera ahora tendrá que gobernar durante cuatro años con la administración libertaria. Un desafío para nada menor.
“Dos semanas atrás había dirigentes más preocupados por decir que Milei se bajaba que por militar en el conurbano y mirá cómo nos fue en la Provincia”, se quejaba esta misma persona.
En ese clima de enojo, tristeza y decepción se esperaba entonces la palabra de Sergio Massa. El clima de festejos y distensión que se había podido ver en octubre ya no existía.
Pasadas las 20, Massa se subió al escenario. La militancia esbozó un tímido apoyo al ministro de Economía y candidato a presidente que les agradeció el apoyo y el esfuerzo realizado. Entre los presentes se vivió un momento de fuerte tensión cuando uno de los militantes, que parecía no aceptar la derrota contra Milei, comenzó a gritar y patear diversos objetos. La seguridad debió sacarlo del lugar ante el reclamo de los presentes. Los gritos del hombre fueron tan fuertes que hasta molestaba al tigrense en su discurso.
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Las caras en el escenario de Máximo Kirchner, Axel Kicillof y Andrés “Cuervo” Larroque, entre otros, lo decían todo: el oficialismo acababa de sufrir una paliza histórica que lo obliga a repensar su futuro y a una reconfiguración de su poder con vistas al 2024.
Pero un dato no podía pasar desapercibido. En la provincia de Buenos Aires, donde Massa esperaba sacar más de 16 puntos de diferencia con el libertario, lo venció por tan solo uno. Entre los presentes nadie podía explicar qué pasó. Lo que viene será tiempo de análisis y pases de factura.
Pasadas las 21, el lugar ya estaba completamente vacío. No había música ni cánticos. Massa abandonó el escenario junto a su esposa Malena Galmarini y un poco más detrás, Sebastián, su cuñado. El ministro candidato habló del fin de una etapa de su vida política y le dijo a la militancia que podía contar con él de cara al futuro. Un futuro incierto para él y para todo el oficialismo.